Por Jaime Enrique Rodríguez Navarrete - Creative Contact.
Cristhian Ordóñez Pacheco con mucho esfuerzo, sacrificios y luchas, ejemplo tomando de sus abuelos, muy sencillos trabajadores del campo, de buenas costumbres y con condiciones económicas que no eran favorables; estudió para ser hoy en día un abogado egresado de la Universidad Militar Nueva Granada en Bogotá. Como buen “rolo”, nacido en Bogotá, siempre fue echado para adelante. Vivió la niñez en casa de sus abuelos (ya fallecidos) en el cercano municipio de La Palma, Cundinamarca. A los nueve años, dadas las circunstancias económicas de su familia, comenzó a ayudar a los amigos, parientes y vecinos, quienes "necesitaban manos" (según su expresión) en las labores del campo para sembrar una mata de yuca, mandarina, naranja, café o maíz. También ayudaba en las labores del trapiche, y en algunas ocasiones encontraba chamba en la construcción o albañilería, experiencias duras que forjaron su empuje para buscar mejores oportunidades en su joven vida emprendedora.
"Mi abuelo – Pedro Julio Ordoñez – (recientemente murió) es una persona que admiro muchísimo, a él lo quiero con toda mi alma, me brindó el mejor ejemplo en mi vida; mis abuelos fueron mis mejores referentes para ser alguien en la vida", afecto que demuestra Cristhian con silencios y lágrimas de nostalgia.
Un día cualquiera, de esos que le llegan a las personas por compensación de la vida, Cristhian entra a Corabastos. En su primer trabajo le tocó empacar tomates, con lo que ganaba escasos, pero valiosos ingresos. Allí mismo la persona que hacía las veces de patrón le decía: “mijo, lo que alcance a cargar, llévelo de mercado para su familia”, y esa era la retribución por su dura labor: "Para mí el trabajo era necesario, era un medio para obtener recursos para mi madre y mis hermanos menores. Tuve varios trabajos antes de incorporarme a la Policía Nacional", cuenta.
Sus primeras letras las aprendió en la Escuela Rural de la vereda El Potrero de la Palma (Cundinamarca). Como estudiante fue un alumno sobresaliente: "Yo tengo esos boletines de 4º y 5º con la calificación de Excelente. En esa época le daba prioridad a mi estudio con esfuerzo, resiliencia y verraquera. Eso le demuestra a uno mismo de qué material está hecho. Regresé a Bogotá y terminé mi bachillerato en el Colegio Fernando Mazuera en el sur de Bogotá, en Bosa".
En el deporte, sus primeras participaciones fueron en equipos de fútbol, en los campos deportivos de Soacha. Recuerda que duró dos meses sin asistir a la escuela; se llevaba de compañía a su hermano a los entrenamientos. "Simulábamos ir a las clases", dice. En los torneos hacían preselección para las inferiores de Millonarios y Santafé. "Mi ilusión era algún día poder jugar en el fútbol profesional o estar en esa preselección". Recuerda la mágica frase, llena de sabiduría, de su madre: "Si usted no quiere estudiar, yo no quiero gamines en mi casa". El castigo por no ir a la escuela fue embarcarlo en un bus intermunicipal que lo llevara al pueblo donde vivían los abuelos. "Me convertí en una persona indispensable laboralmente, además de ser una gran compañía para ellos. Mi abuelo me enseñó el ejemplo de lucha y tenacidad en la vida".
Siguiendo la historia familiar, su hermano menor Favier opta por ser policía. El costoso proceso de incorporación contó con la ayuda de Cristhian. Luego de 10 años decide retirarse. Hoy en día por fortuna vive y trabaja sólo en Estados Unidos, dedicado a preparar las recetas de la deliciosa gastronomía colombiana, que les enseñó con amor su inolvidable mamá, doña Daveiba Pacheco Mancilla, para que las conservaran para toda la vida.
Es bogotano de nacimiento, pero cajiqueño de cuerpo y alma, pues lo trajeron desde muy pequeño a vivir en este municipio. Su familia comenzó la travesía por este territorio como habitantes del 'sector de la 15', muy conocido por los habitantes de la vereda El Canelón, lugar donde se ve la abundancia de hortalizas; allí se lavan la zanahoria, la remolacha, lechugas y varias hortalizas. Es un importante sector agrícola del municipio.
Su familia lo educó con una concepción religiosa católica, creyente. Para su madre Dios es su prioridad, No va seguido a la iglesia, pero cree que todos somos parte de Dios, que es un Dios verdadero: esa filosofía se debe transmitir con acciones hacia los demás, asegura Will, como popularmente le dicen sus amigos y lo conocen en el pueblo.
El ahora concejal, líder social por años, expresa que "debemos ser consecuentes con las acciones, en términos de empatía y bondad hacia las personas". En su familia son tres hermanos, y "yo soy el sándwich, el de la mitad", dice Will con una sonrisa, característica de su personalidad. Por esta posición dentro de la familia siempre fue conciliador.
En su infancia fue un niño tranquilo pero muy curioso, experto en manualidades adquiridas por vía genética de su padre, que también se llama Wilson. La curiosidad le invadía todas sus ideas, puesto que su papá siempre montó fábrica de confecciones. Este oficio viene de parte de sus abuelos, que eran sastres. Los sentaban en sus piernas y les enseñaban a poner botones y a hacer otras manualidades que conlleva el arte de la sastrería, relata Will.
Sobre esta historia de sus ancestros reflexiona, hilando fino: "Me gustaría confeccionarle un traje de dignidad a Cajicá, hacer algo importante que le permita al municipio sentirse respetado, progresista, y que las personas que lo representan políticamente, ojalá trabajen seriamente y con mucha responsabilidad por nuestro municipio", manifiesta.
Tiene las tres especialidades en su desempeño profesional: es diseñador, es asesor de moda, confecciona sus propios vestidos y lleva la vena musical que heredó de su padre. También es percusionista y segunda voz, y por gajes del oficio, en defensa de la comunidad, terminó en las lides del quehacer político. "Si Superman vuela, yo también puedo hacerlo, pero para ayudar a la gente, ayudar a las personas que no se saben defender".
Wilson es el parlante de las personas que no tienen voz, para eso llegó al Concejo, para que se escuche a la gente. Él siempre sintió la necesidad y vio la oportunidad de transmitir imágenes para contar lo que pasa en la sociedad. Por esa razón se metió en el mundo de las redes sociales; se compró una buena cámara y comenzó a registrar en imágenes hechos y situaciones en los que se requería de la ayuda solidaria.
El actuar de este polifacético cajiqueño por adopción tiene mucho eco. Siempre despiertan interés sus acciones en defensa de la comunidad. De ahí nació la formación periodística que tiene, que es la misma reportería ciudadana, dice con convicción Echeverría.
Nació en Bogotá el día 2 de noviembre de 1980. Se autodenomina cajiqueño, porque este municipio le dio la bienvenida y lo acogió sin discriminación. Doña Oliva –su señora madre– lo recibió con su médico de cabecera un día domingo sobre las 10 de noche en el Hospital San Ignacio de Bogotá.
Llegó a vivir a Cajicá a los cuatro años de edad, cuando su padre Jairo Antonio Lesmes, nacido en el sector de Agua Clara, en el municipio de Sabanalarga, Casanare, trae a toda la familia en la época de la 'ruta herrera', que se transitaba en mula, y se establece en la Fortaleza de Piedra buscando mejores condiciones de vida y oportunidades para todos.
Doña Oliva Ayala es nacida en el cundinamarqués municipio de San Juan de Rioseco, que colinda con el departamento del Tolima, región colombiana que cambió su himno ‘El bunde tolimense’ por el Himno de Cundinamarca.
'El profe Lesmes', como se le conoce en los distintos círculos sociales, ahora más que nunca se le 'reconoce' porque son tres hermanos: Jairo Andrés (el concejal en mención), quien tiene la responsabilidad de ser el mayor; Wilmar Guillermo, quien quiso dedicarse a la arquitectura, pero tomando el ejemplo del hermano mayor también es docente. "Yo lo fui halando porque es amante de la lectura y lo ayudé a ubicarse en la docencia", cuenta. Y el menor se llama Juan Pablo, quien trabaja en una empresa de Cajicá.
Por su formación de maestro, Lesmes siempre ha sido muy pilo y muy académico al mismo tiempo. Lo usual de su época estudiantil era estar ocupando los primeros puestos en calificaciones. Desde la mirada de educador tiene su propia posición respecto a las religiones. "El individuo debe actuar bien y practicar el amor hacia los demás. Personalmente conozco gente de filosofía agnóstica, que cuidan la naturaleza, respetan al prójimo, y además son padres responsables, orientadores de la verdad y la justicia".
La profesión de docente la lleva en las venas. Se ganó varias olimpiadas de matemáticas pasando a las finales departamentales. En la Universidad Pedagógica Nacional, estudió Licenciatura en Electrónica. Desde el primer semestre en esa institución de educación pública, comenzó a ejercer la docencia con sus mismos compañeros de clase, enseñándoles la matemática básica.
Se ha ganado la vida enseñando la matemática más que ejerciendo como licenciado en Electrónica. “El profesor es el encargado de ser el segundo padre, además, de ser el asignado en poder cambiar el mundo y generar valores”, sostiene el profesor Lesmes, que ocupa por primera vez una curul en el Concejo de Cajicá. Actualmente es el segundo vicepresidente de la corporación.
En lo que más les hacía énfasis a los alumnos cuando dictaba clases era en que nunca se quedaran callados, les decía que tenían que ser personas con criterios propios. En el Concejo también ha tratado de desempeñar el mismo rol: siempre trata de enseñarles a los compañeros, comparte su información, porque esa rutina intrínseca del profesor no la abandona, siempre lleva ese pensamiento pedagógico 'en su alma de maestro'.
La frase que 'el profe' Jairo Andrés Lesmes siempre le recalca a la gente y les deja como reflexión es: "Ante todo en la vida uno debe ser feliz. La felicidad tiene mil colores, unas personas son infelices con todo lo que tienen, y muchas personas son muy felices con lo poco que tienen, todo debe ir enmarcado en la felicidad".