El Centro de Salud Jorge Cavelier, el primero que existió en Colombia, amenaza ruina hoy. Parte de la construcción, que data del siglo pasado, representa peligro de colapso y un riesgo para la seguridad de la comunidad cajiqueña. Ante la mirada indiferente de varias administraciones, la edificación lleva varios años agonizando. Esta es su historia.
“Mi progenitor y protector, un prestigioso y reconocido médico, me levantó con sentido social y de servicio. Parto de aquí a reconstruir mi historia que, por supuesto está ligada a Cajicá, mi hábitat un inmueble de buena estructura para la época; por años deambule por pasillos estrechos que conducían a cuartos pequeños de puertas y ventanas estrechas, algunas con baño.
Mi rol 24/7, me permitió ver desfilar hombres, mujeres, niños y niñas con problemas de salud, además mujeres a punto de parir, cientos de recién nacidos abrasé; por fortuna antes de su ingreso ya lo habían hecho administrativos, auxiliares y galenos que, no obstante, las dificultades técnicas y económicas cumplían a cabalidad sus responsabilidades. El día transcurría agitado, sin respiro, llegada la noche, su silencio nos acompañaba hasta al amanecer; despuntando el día se reanudaba la tarea. Así viví por años. Esto sucedió hacia los años 95 y 96 del siglo pasado.
La densidad poblacional era baja, nos dedicábamos en especial a la ganadería, agricultura o artesanía, las familias se visitaban con frecuencia. El centro, como en todos los municipios de Colombia, era el eje administrativo, financiero, cultural y religioso. Allí se daban cita los Bello, Bonilla, Zorro, Vargas, Martínez, Navarrete, Nieto. Otros enarbolaban con orgullo sus apodos, Los Gachos, Los Chispas, Los Callaos, Los Macarrón o Los Chirimoyos.
Degustaban tamales, almojábanas, helados, dulces y tortas, por supuesto no faltaba la cervecita; los domingos y fiestas de guardar en silencio desfilaban a la Santa Misa, todo era paz y tranquilidad.
No se cómo de la noche a la mañana el crecimiento poblacional llegó al punto que mi hábitat comenzó a verse insuficiente. Por decisión de la autoridad municipal comenzó a crecer frente a mis ojos algo así como mi gemelo, un poco más alto y robusto, mi vecina llamada Plaza de Mercado anocheció, pero no amaneció.
Seguramente la mayoría ya me identificó. Para quienes no, me llamó Centro de Salud Jorge Cavelier. Por años atendí mi gente sin importar nivel social o económico. Mantengo como prueba el aviso “URGENCIAS 24 HORAS”. Hoy estoy viviendo mis últimos días, llevo años de agonía, muerte lenta, ninguna autoridad municipal reconoció mi valor, pasaron alcaldes, alcaldesas, concejos municipales y ciudadanía, todos me ignoraron, ni siquiera fueron capaces de incluirme como bien de interés cultural sujeto a conservación. Lo más destacado lo encuentro en el estudio de identificación patrimonio mueble e inmueble publicado en 2018, que dice: el valor patrimonial del inmueble corresponde a la memoria de primer puesto de salud del país. Siento pena ajena, ¿qué sentirán los que pudieron evitar esta tragedia y no lo hicieron?
Mi estructura está deteriorada, mi conformación técnica, arquitectónica y de salubridad no responde a las exigencias de hoy, reconozco que soy enfermo terminal. Solo quiero que aquí se deje un pulmón municipal donde se erija un reconocimiento a lo que fui: PRIMER CENTRO DE SALUD DE COLOMBIA.