Reconocido por sus aproximaciones en la improvisación del jazz con el folclor europeo y latinoamericano, Martignon se formó en Alemania con los maestros K.Huber, Ligeti, Nono y Berio. Obtuvo posgrados en la Escuela de Música de Manhattan. Estudió jazz con Kenny Barron y piano clásico con Solomon Mikowsky. Sus créditos incluyen artistas como Celia Cruz, Tito Puente, Ray Barretto, Steve Turre, Don Byron, Max Roach. Como líder incluye seis grabaciones discográficas, desde Portrait in Black and White (1996) hasta La teoría del big band (2016) y nominaciones al premio Grammy: Refugee (2007) y Second Chance (2010). Ha compuesto bandas sonoras para filmes como The Mambo Kings, siendo muy solicitado en el mundo escénico. Docente en Hochschule für Musik und Theatre München, Ludwigsburg, clases magistrales en Croacia, Boston, Gettysburg; conservatorios de Ginebra y Lausana, y la Universidad de Tokio. Dicta teoría, historia y composición de jazz en la Universidad de Hofstra, en Nueva York, donde reside. }
Germán Sandoval: De esa multiculturalidad que hay en tu equipaje, ¿Qué resaltas?
Héctor Martignon: Mi filosofía en música es que hay solo dos tipos: uno, la buena música y el otro, todo lo demás.
¿Qué significa buena música?
Aquella hecha con honestidad intelectual y emocional. Cuando la música es honesta y quiere expresar algo de verdad, sin una agenda secundaria de éxito monetario, de fama, de lo que sea, esa es la buena música. Gente en la calle tocando canciones antiguas, nuevas o propias, así no sean virtuosos, transmiten emociones y ello llega al corazón y a la cabeza. Esa es la música que sigo, la honesta, la verdadera, no la que tiene agendas de otro tipo.
G.S.: ¿Eso conecta con el folclor?
H.M.: El folclor de todos los países ocupa un lugar primordial. El jazz es casi folclórico. La improvisación es heredada de África, y luego Europa y otras confluencias culturales se sumaron. El jazz evolucionó y creó una tradición, un lenguaje universal incorporado por diversas culturas y países. Pero es música que viene del pueblo, de la experiencia callejera, de la experiencia humana. La música es un vehículo de comunicación entre quien vivió esa experiencia y quien quiere vivirla a través de la música, un canal de comunicación entre estos dos entes. El jazz tiene un nivel muy alto de importancia, pero no es la única música con espacio
para la improvisación. Hay improvisación en muchas otras culturas, Latinoamérica, el Caribe, los Balcanes, Irlanda, Escocia, el Blue Grass; lenguajes con vocabularios específicos.
G.S.: ¿Y lo clásico?
H.M.: Desde que nací escuché música clásica. Grandes concertistas pasaban por casa y practicaban allí. Ahora bien, la forma más perfecta de composición para mí es Bach. Estoy estudiando el arte de la fuga, el clavecín bien temperado y particularmente el contrapunto. Me gusta también Scriabin, al otro extremo del siglo XX, en sus diferentes épocas de composición. Había entonces una simbiosis tremenda entre música clásica y jazz. Una influencia mutua (hecho que pocos reconocen), entre Debussy, Ravel, Rachmaninov, quienes influenciaron al jazz y el jazz a ellos. Todo es una gran simbiosis, para mí la música es una sola. El jazz es un episodio, un gran capítulo de la historia de la música, quizás el más importante del siglo XX porque revolucionó los lenguajes, la forma de entender y todo lo que escuchamos hoy en música: llámese pop, Hip hop o rock, todo deriva del jazz y su raíz cultural, África, Europa y América.
*Agradecimientos a Revista Tempo