Para nadie es un secreto que el calentamiento global ha traído consecuencias devastadoras en el equilibrio ambiental, como las han sido: el aumento de la temperatura, derretimiento de los glaciales, desaparición de especies animales, elevación del nivel del mar, entre otras.
Razón por la cual a nivel internacional se fijaron metas para enfrentar este problema, a través de los Objetivos 7, 13 y 15 de Desarrollo Sostenible (ODS).
En Colombia, por medio del CONPES 4075 se adoptaron estas decisiones y se establecieron las estrategias necesarias para llevar a cabo la transición energética del país, fijando como meta de cumplimiento el año 2030.
Pero ¿es posible llevar a cabo la política de transición energética para Colombia en este periodo de tiempo?
En primer lugar, es importante recordar que el sector minero sigue siendo un componente fundamental en la economía colombiana, representando para el 2021 un 25% de las exportaciones del país2. Sin mencionar aquellos municipios cuyos ingresos dependen del sector de explotación de minas y canteras, por lo que el proceso de implantación de energías limpias en el país debe abarcar no sólo los costos económicos, sino también los sociales de las personas que se dedican a este sector de la economía.
Además, otro reto que se presenta es la seguridad energética. En Colombia cerca del 3,55 % de viviendas no se encuentran conectadas a la energía eléctrica debido a las condiciones geográficas que impiden el acceso a este servicio, en especial las zonas periféricas de los centros urbanos son las que padecen este desafío. Por lo que aflora la inquietud de no dejar desprotegidos a más colombianos con la transición a biocombustibles es necesaria entonces una tecnología adaptable a cualquier condición topográficas de las regiones.
Finalmente, persiste una brecha social acerca del conocimiento sobre la transición energética. A 8 años de que se cumpla el plazo para la implementación de la política, muchos sectores de la población aún no la conocen, ni los conceptos básicos asociados al proceso de transición energética por la utilización de lenguaje técnico que ha resultado poco claro y accesible para todo el público.
Por ello se deben fomentar espacios de socialización e intercambio de saberes que permita la apropiación por parte de las comunidades.
Con todo, es imprescindible la necesidad de encaminar los esfuerzos sociales, institucionales y técnicos por la generación de energías sostenibles con el medio ambiente. No obstante, el camino debe ser prudente con los costos socioeconómicos que implica esta transición y debe abarcar retos que inician desde la dependencia económica de Colombia del carbón y petróleo, la carencia tecnológica, hasta el desconocimiento social de este proceso, por lo que para el año 2030 aún se ve muy lejana la materialización de esta política en Colombia.