En 1859, Charles Dickens escribe la novela: Historia de dos ciudades: Londres y París en los albores de la Revolución francesa. La primera emanaba orden y la segunda, conflictiva agitación. Como si se tratase de una obra del británico, en Cajicá, el sector de La Cumbre presenta dos caras: por un lado, campestre opulencia y en el otro, el de las grandes carencias.
El segundo sector
Sector II de la vereda La Cumbre, en Cajicá -específicamente en la curva de los Molano-, se presenta una situación impactante. En pleno siglo XXI, los 80 habitantes del lugar no poseen acueducto, muchas veces cocinan con leña y los niños deben caminar casi un kilómetro para tomar el transporte escolar, las fuentes de empleo son escasas. Ellos son los habitantes de la denominada Cumbre 2 (inicia en la entrada de la Piedra San Isidro y llega hasta el mirador del Nacedero de Agua).
Luz Aurora Sánchez, habitante de este sector, describió a EL OBSERVADOR que el único servicio que tienen de momento es el tendido eléctrico, el cual se colocó hace aproximadamente 15 años. “Por acá no se ha visto nunca ayuda del gobierno; casi, ni en elecciones aparecen los políticos”, comenta.
Asegura que uno de sus mayores problemas, es la falta de un acueducto. A diario caminan, aproximadamente 300 m, hasta un manantial en lo alto de la montaña, desde donde cargan el preciado líquido en burros o a veces sobre el hombro.
¿Sin agua, ni acceso?
Debido a la falta de agua y a la disminución de las nacientes, esa porción de tierra, en la que antes se cultivaba papa y otras hortalizas, hoy se encuentra inactiva. “No hay nada de producción agrícola, por falta de agua, ahora bajamos a diario a trabajar en Cajicá, para poder traer el sustento”, exclama.
Denuncia que incluso colocar un puesto de venta para ofrecer productos a los turistas que a diario suben a la vereda les resulta complejo, ya que ellos están retirados de la zona de la placa huella, que es la más transitada por los visitantes.
Enfatizó que el mal estado de la vía es otro de los problemas que enfrentan a diario. Detalló que esta situación dificulta la entrada del transporte escolar, razón por la cual los niños deben caminar aproximadamente un kilómetro para llegar al lugar donde los recoge la ruta escolar, que los lleva a la Institución Educativa de Capellanía, dado que la vereda no cuenta con una escuela.
Por último, precisa que muchas veces se ven obligados a cocinar los alimentos en leña, puesto que les resulta muy difícil subir con las pipetas de gas hasta el sector.