Héctor Antonio Tabares Ortiz era oriundo de Medellín; llegó a este mundo el día 20 de abril de 1953, y arribó al hermoso municipio de Cajicá en la segunda década del presente siglo, residiendo inicialmente en Capellanía y posteriormente en Chuntame.
Héctor llegó con un rico acervo y experiencia que puso al servicio al periódico EL OBSERVADOR, su trayectoria como periodista, entre otras en El Espectador, Caracol y El Colombiano; y como director del periódico “Asuntos mayores” e investigador y tallerista de la “Corporación Asuntos Mayores”. Poeta y escritor, autor de varios libros, entre ellos “Ojalá nos alcance la vida”, “Plumas mayores”, y “Cien años de silencio”.
Como parte de su obra póstuma y sin publicar, se mencionan varios poemas inéditos, su proyecto sobre la participación de las mujeres en la ciencia, y la escritura de la biografía de varios personajes. Héctor fue un lector apasionado, como debemos ser todos los lectores; con él se podía conversar de varios temas, entre ellos sobre literatura, periodismo investigativo y, por sobre todo, de fe y espiritualidad.
Al interior del periódico Héctor también se destacó por su asidua labor como formador y profesor en la escuela de periodismo de EL OBSERVADOR; escuela que siempre me he empeñado en mantener como director.
Como paisa genuino se distinguió por su carácter fuerte, pero al mismo tiempo franco y benevolente. Emprendedor permanente de diversos proyectos literarios y comerciales.
En las conversaciones de estos días, durante la convalecencia y posterior fallecimiento de Héctor, se resalta una vez más, la lección de vida: es preciso, como expresión del amor y la ética mínima, reconocer en vida al ser humano su valía, expresarle mi afecto y gratitud. La vida es finita y su trascendencia frente a la muerte es mayúscula: lo que más importa es el Reino de Dios en el aquí y en el ahora.
Héctor Antonio Tabares Ortiz finalmente dejó de escribir el 20 de mayo pasado. Emprendió, fiel a sus profundas creencias religiosas, un viaje hacia la eternidad. En cualquier caso, le deseo buen viaje y que continúe llevando en su mochila la paz interior, expresión indeleble de libertad y felicidad.