En una crónica, El Espectador entrevistó a una mujer muy pobre, que dijo: “Es terrible tratar de que los hijos se duerman con hambre”, ese día deseé que todos los colombianos pudieran leer esa crónica para que entendieran la dimensión de la terrible desigualdad en que viven millones de colombianos. Radio Caracol informó: “Hay siete millones de colombianos en pobreza extrema, y 21 millones tienen grandes dificultades para comprar comida” Es inequitativo que mientras millones de colombianos están acorralados por el hambre, algunos banqueros, ejecutivos de instituciones financieras y grandes empresas gocen de generosas exenciones, deducciones, exoneraciones y prebendas y de billonarios estímulos económicos del Estado. No es entendible.
Desde algunos “centros de poder” han querido ponerle color político a la lucha contra el hambre cerrándose a entender que es un asunto de solidaridad humana, de responsabilidad social y de conciencia. Cuánto le convendría a Colombia que los dueños del poder económico se pusieran la mano en el corazón y entendieran que con hambre no puede haber paz lo cual va en contra de sus intereses, y que decidieran unirse sin miserabilismo en una cruzada contra la desigualdad, contra el hambre y por la paz.
No podría haber una decisión más noble y justa que unirse a la cruzada para derrotar el hambre que consume la vida y la dignidad de tantos millones de colombianos, y por añadidura lograr la verdadera paz. Personalmente dos veces he padecido hambre y no quisiera volver a repetir esa insoportable experiencia; una, cuando era muy joven y por orden médica el suero reemplazó mi alimentación durante casi 15 días de enfermedad, y otra cuando con un fotógrafo tuvimos que pasar tres días en un cerro que quedaba lejos de todo, cubriendo una noticia.
Aunque fueron “dietas” pasajeras jamás he olvidado lo terrible qué es pasar hambre, por eso me ha dolido el alma y me ha indignado durante toda mi vida periodística ver los rostros desconsolados de madres gestantes, de niños desnutridos y famélicos, de ancianos abandonados a su suerte, y a familias que en tugurios, calles y barrios le ruegan a Dios por un pan, mientras los grandes genios en atesorar, se duelen porque tendrán que pagar impuestos para enfrentar la hambruna que acosa a los colombianos y que desprecian su dolor humano.
El 54.2% de la población en inseguridad alimentaria
Luego del explosivo Informe, “Colombia en riesgo de hambre”, de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, FAO, que nos ubicó como “uno de los países de mayor peligro por inseguridad alimentaria”; fue dado a conocer el dramático estudio del Banco de Alimentos que denunció: “La situación de hambre en Colombia es crítica, el 54.2% de la población vive en inseguridad alimentaria. Cerca de 16 millones de colombianos viven solo con una o dos comidas al día. Mucha gente se acostumbró a comer un día sí, y un día no”. El periódico El País de España, publicó otro doloroso informe sobre el hambre que acosa a nuestra patria, y lo tituló: El hambre en Colombia más allá de la FAO.
El periódico EL TIEMPO que había titulado un informe sobre Barranquilla: “Estamos pasando Hambre”; días después dijo: “Qué dolor: el hambre está haciendo que 7 de cada 10 Cartageneros solo coman una o dos veces al día”. La W informó: “Crisis en Barú: la delgada línea entre niños con hambre y lujosos hoteles”. Y el noticiero del Canal Caracol, consignó: “Hay gente que se acostumbró a comer una sola
vez al día”. Es tal la inequidad y la desigualdad que, según el DANE, el 1% de las explotaciones agrícolas de mayor tamaño ocupa el 81% de la tierra, mientras el 99% ocupa tan solo el 19%. Mientras el 39 % de la población colombiana vive en la pobreza, algunos de los grandes potentados colombianos buscan toda clase de peros en contra de que se dé una reforma tributaria que comprometa moralmente a sectores económicos de mayores posibilidades.
Pero unos dirigentes que representan a los banqueros, a los potentados y a los terratenientes, están dedicados a hacer “terrorismo económico” satanizando la solidaridad y su justo pago de impuestos, y a propalar la especie de que “van a acabar con la empresa privada”, lo cual es falso. El ejemplo de la baja de tarifas de energía es una demostración de que así haya sido a regañadientes hay márgenes de utilidades en las grandes empresas que no se van a quebrar si les retiran tantas “generosas gabelas tributarias” y si pagan los impuestos que les corresponden en un país que se muere de hambre.
La Superintendencia de Sociedades, informó que “las Mil Empresas más grandes del país obtuvieron utilidades por más de 98 Billones de pesos en 2021, y utilidades por 370 billones de pesos entre 2016 y 2021. Quienes tienen una visión social codiciosa y egoísta se desmontan del problema del hambre con el sofisma de que “los pobres quieren que les regalen todo”: deberían concientizarse y entender que existe un deber moral, social y humanitario para redimir del infortunio a millones de niños, ancianos, madres gestantes y familias colombianas en desventura y adversidad.
La inversión social no es un regalo, ni una limosna, ni un favor
Que la inversión social no es un regalo, ni una limosna, ni un favor, sino una obligación consagrada constitucionalmente. Los siguientes mandatos de la constitución aclaran tal visión equivocada y egoísta. Artículo 44. “Son derechos fundamentales de los niños: la vida, la integridad física, la salud y la seguridad social, la alimentación equilibrada. Serán protegidos contra toda forma de abandono, violencia física o moral, secuestro, venta, abuso sexual, explotación laboral o económica y trabajos riesgosos. Gozarán también de los demás derechos consagrados en la Constitución, en las leyes y en los tratados internacionales ratificados por Colombia. Los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los demás”.
Artículo 46. “El Estado, la sociedad y la familia concurrirán para la protección y la asistencia de las personas de la tercera edad y promoverán su integración a la vida activa y comunitaria. El Estado les garantizará los servicios de la seguridad social integral y el subsidio alimentario en caso de indigencia”.
Artículo 49. “Se garantiza a todas las personas el acceso a los servicios de promoción, protección y recuperación de la salud”.
Artículo 51. “Todos los colombianos tienen derecho a vivienda digna. El Estado fijará las condiciones necesarias para hacer efectivo este derecho.”
Artículo 54. “El Estado debe propiciar la ubicación laboral de las personas en edad de trabajar y garantizar a los minusválidos el derecho a un trabajo acorde con sus condiciones de salud”.
Artículo 67. “La educación es un derecho de la persona y un servicio público que tiene una función social”.
Artículo 188. El Presidente de la República al jurar el cumplimiento de la Constitución y de las leyes, se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos.
Artículo 366. “El bienestar general y el mejoramiento de la calidad de vida de la población son finalidades sociales del Estado. Será objetivo fundamental de su actividad la solución de las necesidades insatisfechas de salud, de educación, de saneamiento ambiental y de agua potable”.
Hayamos votado o no, nos guste o no, el presidente Petro es una realidad; su convicción de declarar la guerra contra el hambre es un elemento pro paz. Su intervención sobre la desigualdad en la cumbre Mundial de la Seguridad alimentaria la semana anterior fue ilustrada y no tuvo tinte sino mensaje de convicción social. Si su principal contradictor el expresidente Uribe sigue dialogando con él para lograr acuerdos sociales y pide que no se estigmatice más a Petro”, son hechos significativos y civilizados que le hacen bien a Colombia.