Nueve años de periodismo regional, comunitario e independiente al servicio de la región, del comerciante, de la artesana y del joven inquieto, nos llevaron a ir tras los orígenes de tan brillante locura, llegando así a la finca el Recreo de Cajicá, un lugar particular que guarda en su interior centenares de historias que hoy forman parte de la memoria cajiqueña. En este lugar, las palabras fluyen y en ocasiones parecen desbordarse, escritas en libretas, papeles sueltos y tableros, hacen resistencia a la temida “peste del olvido”, que al igual que en el universo garciamarquiano amenaza con borrar todo a su paso.
De sangre santandereana, Julio César León Rodríguez llegó a Cajicá hace más de 30 años. Corrían los años setenta, cuando inició el boom de la exportación de flores a Estados Unidos y en menor escala, a Europa. “Recuerdo que toda la tecnología y asesoría fue traída de Francia e Israel”, cuenta Julito, como todos le dicen. Fue así como él y su familia se convirtieron en los primeros cultivadores de flores de exportación, las rosas se producían en la que en ese entonces se conocía como la finca el Paraíso, una propiedad de doce hectáreas. Infortunadamente, en el 2008 vino la caída de los mercados financieros y del dólar, la crisis económica afectó al mundo; la familia León no fue la excepción, al punto de decidir dejar atrás dicho emprendimiento; paradójicamente, este hecho haría posible el nacimiento de un nuevo periodismo para Sabana Centro.
Años después, el Paraíso se convirtió en el Recreo, que custodiada por la alegría y ternura de los caninos ‘Chocolate’ y ‘Shakira’, es un lugar de aprendizaje intergeneracional. En su interior, se aprecia una amplia biblioteca donde sobresalen libros de periodismo, literatura, historia y hasta de aviturismo; si bien Julio León, empresario, diseñador industrial, diseñador gráfico y de modas no es periodista de formación, se ha tomado muy en serio la consigna del aprendizaje, cada libro que recibe en sus manos es devorado con esa sabiduría y calma que solo traen los años.
A la izquierda, se encuentra su oficina, la casa EL OBSERVADOR, que fundó hace nueve años, como una escuela de periodismo y, lugar de tertulia, reflexión y ¿por qué no?, de uno que otro acalorado debate, movido siempre por su mayor preocupación: llegar a la gente. ´Don Julito´ como lo llaman cariñosamente sus allegados, saca del bolsillo derecho sus gafas redondas y exhibe con orgullo uno de sus tesoros más queridos: las copias empastadas y guardadas cuidadosamente de 83 ediciones impresas de EL OBSERVADOR, que bajo su dirección, es el resultado del trabajo articulado entre periodistas y colaboradores convencidos de que la Sabana necesita de un periodismo regional, que responda a los intereses y preocupaciones y anhelos de un territorio con gran potencial de desarrollo.
No han sido pocos los que han pasado por esta escuela: periodistas, escritores, historiadores, poetas, líderes comunitarios y artistas han dejado una huella en EL OBSERVADOR, haciendo de este un medio que evoluciona y se reinventa constantemente. Y hoy, el periódico es noticia porque se le reconoce como uno de los referentes informativos de Sabana Centro. Llega a los 11 municipios que conforman la región también a través de la radio, el impreso, la página web y sus redes sociales. Evocando cada uno de los pasos que lo llevaron a materializar esta noble causa, Julio León expresó: “Hemos trabajado desde las trincheras por un medio crítico, propositivo y democrático.
Concebimos y definimos la misión de EL OBSERVADOR como una empresa comprometida en la formación de una ciudadanía crítica y participativa, con capacidad de exigir sus derechos y ejercer sus deberes (…) Sin descanso continuaremos con la visión de futuro, como sembradores de esperanza por un mundo más amable y justo”.