Cuando eludir la amargura se convierte en poesía 20/10/2021
Piedad Bonnet
Por: Carlos Luis Santos Cabeza *

Hija, nieta y hermana de maestros, la escritora colombiana Piedad Bonnet es natural de Amalfi, Antioquia (octubre,1951). Prolífica y polifacética, ha escrito poesía, novela y teatro. Dejó ver su impotencia y el temor a la muerte de su hijo en algunos de sus versos —“No tengo cuerda ni red para salvarte / Ni siquiera tengo orilla certera” /— del poemario Las herencias (2008). Que sea el mes de su nacimiento, una oportunidad más para reconocer su obra y fecunda trayectoria.

Piedad, trató de ponerse en la piel de algunos inadaptados en el poemario Los habitados (2017). La literatura de Piedad es para digerir la vida que indaga en lo incómodo, o en el descubrimiento de la modernidad hasta que el suicidio de Daniel, su hijo, le dio la vuelta a todo. Dramaturga, narradora y traductora, miembro de la Real Academia Colombiana de la Lengua.

Su primer libro de poesía De círculo y ceniza en 1989, recibió mención de honor en el Concurso Hispanoamericano de Poesía Octavio Paz. En 1994 obtuvo el Premio Nacional de Poesía de Colcultura por El hilo de los días. Sus novelas, ahondan en el tema del fracaso y la insatisfacción del individuo en el mundo contemporáneo. La obra poética de Bonnett gira en torno a la construcción simbólica del individuo en la vida cotidiana. La palabra sencilla, que busca nombrar lo profundo de la esencia humana en los actos banales, traduce las ideologías y las experiencias vitales del hombre contemporáneo: “sobre la infame ciudad / pasó una bandada de aves que huían pavoridas / estremeciendo el cielo con su torvo silencio. / Las gentes apenas si elevaron la vista / tan grande era su empeño de vivir, tan pobre era su / tiempo”. ¿Por qué la poesía ha sido siempre veneno para la taquilla? “Los poetas tenemos una belleza extraña que atrae y que repugna”. Los lectores de poesía somos una especie de secta perseverante. Durante treinta años, di clase en la Universidad y siempre estaba el muchacho que leía y escribía. La literatura entra por la pasión. “Con catorce años yo escribía tanto como leía”: poemas desgarrados de adolescente atormentada que se despedía de Dios. ¿Viene de una familia muy católica? Fui educada con lo mejor y lo peor de la religión: en el rigor que le exige a uno ser bondadoso y compasivo, pero invadida por la culpa. Me sentía pecaminosa porque me expulsaron del colegio por hacer cosas de niña, como bajarme del bus una parada antes. Me metieron en un internado, donde las monjas no buscaban potenciarnos, querían someternos.

Muchas veces un poema es una pregunta. Como columnista en El Espectador, soy fustigante para desenmascarar algo o a alguien. En la poesía, la verdad está abierta a interpretaciones. ¿Colombia es un país machista? Presuponemos que Latinoamérica es, si se puede generalizar, machista por naturaleza y, sin embargo, ha habido mujeres presidentas. El machismo siempre es una amenaza de desprecio y violencia. Mi poesía nace a veces del dolor, pero, sobre todo, diría, de la insatisfacción, y de una perplejidad de ser que tuve desde la infancia y que en la adolescencia se resolvió en dura ansiedad. Escribir fue entonces transmutar en palabras mis angustias. Hoy, por fortuna, y a pesar de la persistencia del dolor, creo que escribo desde la serenidad, pero también desde un escepticismo que elude la amargura. Y espero que esto se refleje en palabras rotundas, secas, honestas.

RÉQUIEM
Resulta que ya nada es igual, nada es lo mismo,
que algo se ha muerto aquí sin llanto,
sin sepulcro, sin remedio,
que otro aire se respira ahora en el alma,
patio oloroso a humo donde cuelgan
tantos locos afectos de otros días.

Tendría que decir que ha llovido ceniza tanto tiempo
que ha tiznado por siempre las magnolias,
pero es pueril la imagen y me aburro.
Me aburro dócilmente, blandamente,
como cuando era niña y me tiraba
a ver pasar las nubes, y la vida
era larga como una carrilera.

Ahora el tren da la vuelta y unos rostros
borrosos me saludan desde lejos:
yo amé a aquel hombre que va hablando
solo.

Aquel otro me amó y no sé su nombre.
La tarde se silencia y todos parten.
Soy yo la que hace tiempo ya se ha ido.
Por: Carlos Luis Santos Cabeza *

*Economista de la U. Nacional de Colombia. Magíster en planeación
socioeconómica, U. Santo Tomas. Actualmente estudia Literatura,
docente en talleres de poesía en el Instituto de Cultura de Cajicá.