Siendo el titulo de esta carta la emblemática consigna de esta Casa Editorial, es pertinente que el gran esfuerzo para despertar, sea un propósito de quienes teniendo algún grado de conocimiento sobre la grave situación actual en Colombia, busquen sin mezquindad soluciones que nos lleven a un ambiente de relativa tranquilidad, para avocar las tareas que las circunstancias imponen en los próximos meses que han de culminar con la elección de las autoridades que podrían traernos un cambio profundo en el rumbo del país. Bien es sabido que el ejecutivo en Colombia está revestido de un gran poder, tan determinante, que puede, si quiere, cambiar el rumbo del país y acabar para siempre con la violencia, que desde hace más de doscientos años impide el desarrollo nacional y nos empujó a un abismo, del que no hemos podido salir, hace ya largo tiempo. El poder ejecutivo maneja el Congreso y maneja a su libre arbitrio los medios masivos de comunicación, para conseguir opinión pública favorable a sus propósitos; de ahí que una vez consolidada una fuerza política en la presidencia de la república, encuentra todo el respaldo en los otros poderes, llámese estamento militar, iglesia, o rama judicial.
Quienes hicimos campaña en el plebiscito nacional a favor del SI, lo hicimos con la firme convicción de alcanzar la paz con Justicia Social, a fin de entregar a las nuevas generaciones un país que avanzara decididamente hacia el futuro, buscando para todos los habitantes justicia y libertad. Que distinto sería si los acuerdos pactados en La Habana, que TIENEN RANGO CONSTITUCIONAL -y fueron llevados a la ONU con categoría de tratado internacional, para que la comunidad de las naciones, supiera y respaldara lo que se había acordado con una parte de la insurgencia nacional- se hubieran cumplido con devoto escrúpulo; pero bien, no hay que llorar sobre la leche derramada y más bien con la frente en alto y la mirada hacia adelante, definamos todos, que significa el GRAN ESFUERZO PARA DESPERTAR. Despertar a los descreídos que no participan; despertar a los vacilantes que caminan sin rumbo fijo. El Gran esfuerzo es para aceptar que nos hemos equivocado, es ver que nuestras decisiones han causado dolor en millones de personas que hoy sufren en Colombia el FLAGELO DEL HAMBRE; despertar es ver a las familias de los miles de líderes sociales, caídos a balazos por el “delito” de procurar justicia para sus hermanos de clase; despertar significa también corregir el sistema de salud que ha puesto a Colombia en los primeros lugares de mortalidad por la pandemia del COVID 19; despertar es preguntarnos si la salud, la educación y otros derechos, no estarían mejor en manos de un estado fuerte que sea capaz de garantizarlos.
Un gran esfuerzo para despertar significa reconocer que los jóvenes que exponen su vida por atreverse a gritar, merecen por lo menos el respeto y consideración de quienes al no poderse expresar de ninguna manera, callan, para que los responsables de la tragedia piensen que “el que calla otorga”.
Un gran esfuerzo para despertar, es un llamado de CONCIENCIA a quienes, teniendo el poder, desde el momento mismo cuando Bolívar derrotó la monarquía española, no han podido responder al reto que significa, respetar los derechos de los ciudadanos.
La pandemia ocasionada por el SAR- COV-2, no obtuvo una repuesta adecuada por parte del estado colombiano, tampoco pudo el país neutralizar la creciente hambruna y los cuantiosos recursos desaparecieron con la misma rapidez que desaparece la promesa electoral; entonces es el momento de aceptar el consejo de John F Kennedy y preguntarnos: “que he hecho yo, por mi país”. Cada uno desde su sitio, la mujer emprendedora, el obrero de construcción, el potentado industrial, el gran comerciante, el disciplinado y encumbrado militar, la enfermera, el soldado raso, el policía, el desprevenido estudiante que sigue las redes sociales, la dueña de la tienda, los dueños y empleados de almacenes de grandes superficies, el vigilante, el cotero, el lustrabotas, el juez, el abogado y el fiscal, el hacendado, el tractomulero y el piloto, la monja, el periodista, el dueño del taller y el banquero, el peluquero, la madre comunitaria, el pequeño agricultor y el ganadero, el artista y el escritor, los médicos y arquitectos, el lotero y el locutor, el ama de casa y la mujer de la plaza; en fin, todos los que gozamos del gentilicio que a veces nos llena de orgullo patrio, por el triunfo de la juventud campesina en el deporte internacional, nos debemos hacer el cuestionamiento del presidente norteamericano asesinado en 1.963 y después de ello, evaluar si nuestra contribución ha resultado suficiente para menguar la desesperación y el dolo colectivo que hoy se ha convertido en un gran interrogante.
Si después, de a conciencia evaluar lo poco o mucho que hemos hecho por esta amada patria y encontramos que nuestra contribución no es suficiente, debemos, mirando de frente al sol, emprender la tarea que nos corresponda para contribuir al gran esfuerzo para despertar.
Angela Moscoso