Por: Luis Bernardo Díaz Observatorio de DDHH Orlando Fals Borda – UPTC
Colombia ha asistido a la movilización de masas más grande de su historia, en medio de una atroz pandemia mal manejada desde el Ejecutivo, por la ralentización en el suministro de los biológicos, con más de 500 muertos diarios. En este sentido, millones de personas han salido a las calles para protestar primero, por una malhadada e inoportuna reforma tributaria impulsada por un cuestionado Ministro de Hacienda y luego rechazada por la multitud de reclamos sin respuesta efectiva por parte del Gobierno de Iván Duque, frente a la grave crisis humanitaria que vive el país, especialmente en el renglón de los Derechos Económicos y Sociales.
Pese a contados lunares, la inmensa marcha de la sociedad civil ha sido pacífica y proactiva. Lamentablemente, los abusos de la fuerza pública, así como de escuadrones de la muerte han empañado lo que en otros países es un ejercicio en completa paz. Más de 40 muertos y numerosos desaparecidos dan cuenta de ello. El juzgamiento a Duque por los crímenes de lesa humanidad está a la orden del día, como lo dijo el Juez Baltasar Garzón en reciente entrevista, así como la denuncia del Senador Iván Cepeda ante la CPI.
Es claro que hay una olla a presión a punto de explotar por las inconformidades acumuladas desde años atrás con la inmensa capa de los desposeídos (un 42% de la gente vive en pobreza y por debajo de estándares básicos de dignidad, según el DANE), frente a lo cual se hace imperioso aprobar la Renta Básica mensual y básica, así como archivar las reformas a la salud y a la seguridad social, profundamente regresivas.
Mientras Duque ha trabajado para favorecer a los bancos y a sus amigos de las altas capas sociales, una inmensa mayoría se debate entre morirse de hambre o de Covid, con las exageradas medidas de lockdown, sin el apoyo estatal para apoyar las Mypimes, y con un gesto de autoritarismo permanente donde creen los mandatarios de todo pelambre que con dictar toques de queda están solucionando el problema de la pandemia, cuando otro es el problema: el hambre. Además, hay que decir que el Gobierno de forma equivocada ha preferido comprar 24 aviones de guerra, tanques para la Policía, camionetas blindadas para Presidencia y gastarse en programas ridículos de televisión –que nadie ve- una millonada, mientras la gente requiere comida para subsistir. Biden en EEUU se ha ido por la vía de la inversión social con el rechazo del grupo Trumpista.
Lo que vemos es una CORONADICTADURA, con un Congreso virtual a media marcha y el Presidente dictando Decretos de toda índole a diestra y siniestra, con unas Cortes arrodilladas, como lo de mostró la reciente carta de las mismas, con el gesto enhiesto de Diana Fajardo y Enrique Ibáñez que no fueron a Palacio.
La canciller también cayó por las irresponsables manifestaciones en contra del paro y de la Alta Comisionada de DDHH de la ONU. Dicen que caerá otro Ministro, el de salud.
El Gobierno ofrece medidas ridículas a los jóvenes, no integrales, como matrícula cero para estratos populares, por un semestre, cuando eso quebraría a las universidades si no hay inyección del Estado central y además toma como propia una reivindicación de los jóvenes del paro del 2018. Si no hay universalidad, mayor cobertura y garantía de calidad, de nada sirve ese paliativo por un semestre. Debería ser permanente. Pero ya había dicho el defenestrado Carrasquilla que sólo había caja para 7 semanas. ¿De dónde se sacaría ese dinero?
Tampoco hace nada el Gobierno para combatir la corrupción galopante, pues se roban $54 billones al año, como en Reficar. Ello equivale a tres reformas tributarias anuales. Pero se instrumentalizaron y cooptaron los organismos de control con amigos del Presidente y así no es posible garantizar una veeduría imparcial.
En fin, las salidas pasan –como en Chile- por una profunda reforma democrática institucional, que escuche a todos los sectores inconformes (Duque no ha querido escucharlos y negociar las grandes reformas), para avanzar por una convivencia pacífica que nos permita reconstruir esta Nación, hoy profundamente decepcionada con un Gobierno y una institucionalidad deslegitimada en un alto porcentaje. En ese esfuerzo debemos comprometernos todos y todas.