Hace unos días el conductor de un taxi, pensionado de la policía, me dijo que la Constitución Política de Colombia de 1991, la cual cumplió 30 años el pasado 4 de julio, era la mejor constitución del mundo o por menos una de las mejores. Pensándolo bien, es verdad, nuestra carta política, norma de normas, contrato social que debió ser el resultado de la inclusión y del debate de todos los sectores de la sociedad colombiana, es considerada por muchos académicos como una de las mejores constituciones del globo, por ser esta garante de derechos fundamentales, sociales, económicos y colectivos, incluir mecanismos de protección de éstos como la acción de tutela y en resumen, por hacer de Colombia un Estado social y democrático de derecho.
Ahora bien, muchos lectores se preguntarán qué es un Estado social y democrático de derecho, por lo que trataré de resumir el amplio contenido de estos conceptos para que pueda comprender de mejor manera cómo debería de ser el Estado colombiano. En primer lugar, un Estado social ubica al ser humano, su dignidad, derechos, entorno y proyecto de vida, como el principio, medio y fin de toda actividad política, por cuanto sin población no hay Estado y del grado de bienestar de nuestra población dependerá el tipo de sociedad al que pertenecemos. En segundo lugar, un Estado democrático no se debe de reducir únicamente al derecho a elegir y ser elegido, la democracia se construye desde la educación política, la participación y el empoderamiento ciudadano en la vida cotidiana del país. En tercer lugar, vivimos en un Estado de derecho si el actuar por parte de los funcionarios o servidores públicos se ajusta estrictamente a la Ley para que el ejercicio del poder no sea abusivo y vulnere nuestros derechos.
Los derechos y libertades de los cuales hemos hablado, han sido comprendidos por quienes han gobernado el país como el derecho y la libertad a morir de hambre en la indigencia, obviando la obligación del Estado de actuar para crear las condiciones que le permitan a los ciudadanos alimentarse bien, trabajar, educarse, gozar de buena salud, tener acceso a los servicios públicos, habitar en una vivienda decorosa y por consiguiente, disfrutar de una vida digna.
Para algunos, Colombia era un Estado social y democrático de derecho, perfecto, pero arruinado por el castrochavismo y el comunismo, infantil disculpa de quienes son responsables de la realidad que aqueja a el país. Desde que tengo memoria, Colombia nunca ha sido un Estado social y democrático de derecho, crecimos viendo a niños viviendo en la calle, sin agua, sin abrigo, sin comida, sin educación, sin dignidad, sin hogar, sin futuro, abandonados a su suerte. Esos niños desamparados por Estado ayer, son los delincuentes, vándalos, miembros de bandas criminales, prostitutas y prostitutos, paramilitares y guerrilleros a los que hoy sectores de extrema derecha y extrema izquierda, incapaces de gobernar, les echan la culpa de todos los males de Colombia.
La realidad del país no ha cambiado después de treinta años de promulgada la constitución y seguiremos lejos de lograr que Colombia sea un verdadero Estado social y democrático de derecho, mientras millones de niños continúen siendo criados en las calles, indefensos, pidiendo limosna, mendigando comida, muriendo de necesidad en las rancherías o en las cierras, en las riveras de los ríos o en las miserables costas de nuestros mares, siendo víctimas de abusos sexuales y trafico de seres humanos. ¿Qué futuro le espera a estos niños cuando sean adultos? ¿serán el comburente de la conflagración que a todos nos amenaza? El lector deberá de responder por si mismo a estas preguntas, pero por sobre todo a la siguiente: ¿qué esta haciendo usted para que los niños, presente y futuro del país, antes que comburente sean el bálsamo que cura las heridas?