En lo más íntimo de la CONCIENCIA de los hombres y los pueblos, existe un sitio donde se guardan momentos, que de vez en cuando nos conectan con los seres que amamos o con quienes no teniendo relación directa con nosotros, si la tienen con personas que nos dispensan su amistad; por eso, la Casa Editorial CONCIENCIA, fiel a la intensión de estar al lado de sus lectores, registra en estas páginas, la partida de personas que para siempre permanecerán en el recuerdo.
Vicente Fernández, el querido “chente”
Si hay algo que identifica, une y estrecha vínculos entre los pueblos, es la música, sus canciones, sus ritmos, los instrumentos que se utilizan y fundamentalmente la voz.
Casi todos los países de nuestra América tienen un ritmo que los identifica de manera particular, así conocemos el tango, el vallenato, las gaitas, el currulao, los boleros y en fin, nuestra música es tan variada como los accidentes de Los Andes, o los recovecos de nuestras costas; sin embargo, hay un ritmo, una clase, una especialidad o quizás un género musical, que todos en América interpretamos o cantamos; nadie puede negar que en un momento de su vida, haya entonado con emoción profunda una ranchera, por eso, cuando uno de sus máximos exponentes, tan mexicano como el ají y tan americano como Los Andes, levanta el
vuelo para continuar su viaje mezclado con el viento, las nubes y el paisaje, no podemos dejar pasar el momento sin que advirtamos, que su presencia hará falta en los escenarios y que es una lástima que la juventud dentro de 20 años, no pueda admirar en vivo, el manejo magistral de su voz y su garganta, ese es Vicente Fernández, cuando cantaba para nosotros “Mujeres Divinas” o “Celos” y es el mismo Vicente Fernández, que dio ejemplo de decencia y profundo respeto por su profesión; solo podemos decir, que en lo más íntimo de la CONCIENCIA colectiva, continuará perenne la voz y la figura de este magnífico hombre.