El título de esta columna puede resultar disonante al ser opuesto a la realidad del país, y es que, cómo podría ser Colombia un país potencia con las problemáticas socioeconómicas actuales. Somos un país sin industria y, por ende, sin crédito, empleo y producción. La mayor parte de los recursos del presupuesto nacional son obtenidos a través de impuestos, éstos suben año tras año y restan competitividad internacional al empresariado y poder adquisitivo a la clase trabajadora, los bienes básicos nunca han estado más caros.
Nuestro país es agrícola y aún así, en vez de exportar nuestros productos y ser despensa mundial, importamos más del 30% de los alimentos que consumimos y el otro 70% depende en mayor o menor medida de insumos o maquinaria traída de otros países.
El resultado de todo lo anterior son 8 millones de colombianos viviendo en la indigencia, 22 millones de pobres y miles de personas que mueren de hambre o enfermedades tratables cada año.
Si la realidad del país es la anterior y su consecuencia es un conflicto armado de más de 70 años y la creciente ola de inseguridad ¿por qué esta columna sugiere que Colombia podría ser un país potencia? Porque los colombianos sabemos que nuestro país es una tierra rica, provista de dos océanos, miles de kilómetros de ríos, todos los pisos térmicos, piedras y metales preciosos, petróleo, carbón y junto con nuestro pueblo, el cual posee un talento humano inigualable, tenemos todas las condiciones para ser más, queremos ser mejores, podemos ser un país potencia.
En esta época electoral resulta pertinente sembrar CONCIENCIA de lo que somos y lo que podemos ser. Si Colombia no es un país potencia, se debe a la clase política dirigente que nos gobierna desde hace 200 años, clase política que solo piensa en perpetuarse en el poder para gozar de los beneficios que éste trae y por eso esconde su incompetencia mirando, como diría Jesucristo, la paja en el ojo ajeno. Frente a las problemáticas de Colombia y la incapacidad de solucionarlas siempre ha existido una respuesta audaz que exonera de toda responsabilidad: la guerrilla, y en la última década, Venezuela.
Si Colombia no es una potencia se debe a esta clase política cleptocrática, ambiciosa e incapaz, porque el padre de la patria dejó para nosotros un proyecto político de grandeza y es nuestro deber encaminar nuevamente a nuestro país por ese sendero. Sembremos CONCIENCIA de lo que somos, para reconocer a los responsables de nuestra condición actual y no elegirlos nuevamente, pero, sobre todo, sembremos CONCIENCIA de lo que podemos ser si elegimos correctamente a nuestros dirigentes u ocupamos personalmente esos espacios de liderazgo.
Cuando somos niños nos preguntan qué queremos ser cuando seamos grandes, esas respuestas cambian con el tiempo hasta que la madurez y las condiciones nos llevan a tomar un camino, ahora es el turno que el lector se pregunte qué queremos que sea Colombia en los próximos 50, 100 o 200 años, y con base en esta pregunta actúe como un ser político responsable del futuro de nuestro país.
En mi opinión, Colombia tiene todas las condiciones para ser una potencia en los próximos 50 o 70 años, pero primero tenemos que ponernos de acuerdo en este objetivo y posteriormente en los medios para conseguirlo, o acaso ¿queremos seguir siendo un país subdesarrollado indefinidamente? Me niego a esto y por eso, le dejo al lector la siguiente pregunta: ¿qué queremos ser cuando seamos grandes?