Esta semana terminó de sesionar el congreso. Y aunque los congresistas celebren con bombos y platillos los proyectos tramitados y llegados a feliz término, la verdad es que no hay mucho que celebrar. Empezando porque los grandes proyectos del gobierno como la reforma tributaria y la reforma a la salud se cayeron estrepitosamente. Y los que se aprobaron dejan un sabor agridulce y la sensación de que fueron tramitados a última hora, puesto que incluso se tuvieron que ir a sesiones extraordinarias, como para que no dijéramos que los congresistas no trabajaron.
Por cierto, que casi se hunde un proyecto que buscaba reducir las vacaciones (que son de 4 meses al año) de los congresistas. Todo esto unido al terrible silencio e inoperancia del capitolio nacional ante la situación social que vive el país en este momento. Uno de los proyectos que no llegó a feliz término fue la ratificación, por parte del congreso y por ahí derecho de todos los colombianos, del acuerdo de Escazú.
Este acuerdo, del cual Colombia fue proponente en su momento, es un pacto que hicieron algunos países de América latina y del Caribe para, entre otras cosas, que haya participación pública de todas las personas en las decisiones ambientales de cada país. El acuerdo también busca que la justicia endurezca su actuar frente a los delitos medioambientales y principalmente que se garanticen los derechos de acceso a la información ambiental.
De la misma forma el proyecto que buscaba la prohibición del fracking se cayó sin siquiera discutirse porque solamente asistieron ocho congresistas a la sesión donde se debía debatir. Frente a este panorama no hay nada que celebrar. El Congreso, nuevamente, no estuvo a la altura para legislar los temas que nos interesan a todos. Y si no están para ser la voz de los millones de colombianos que votaron por ellos, ¿para qué están allí? Con esta situación no es una sorpresa el descrédito que tienen, no es una sorpresa que los sondeos de opinión sobre la imagen que tienen sea la más baja en años. Y no es una sorpresa que suenen cantos de sirenas para acabar con el capitolio nacional y sus congresistas.