Una vez terminó la reñida y disputada presidencia, Petro se convierte en el primer mandatario de izquierda en Colombia ajeno al bipartidismo liberal-conservador, que ha despertado grandes expectativas y temores, inculcados desde los medios. Todos esperamos señales rápidas y concretas de cambio social, y que ojalá lleguen pronto. Sin embargo, el nuevo gobierno no tiene condiciones de gobernabilidad aseguradas que le permitan avanzar cómodamente con su agenda de cambio, por la intensa polarización que se evidenció finalmente, la mayoría clara de la que carece el Pacto Histórico en el Congreso, la esperada crisis de los mercados financieros, las relaciones que mantendrá con las fuerzas militares y de policía, y los banqueros e industriales. Por eso, el presidente electo se ha concentrado en los cuatro ministerios, Hacienda, Defensa, Interior y Relaciones Exteriores, para tratar de apaciguar ánimos caldeados, eliminar prevenciones, avanzar más ágilmente en la agenda legislativa, y, quizá lo más importante, presentar resultados tempranos de un cambio sustancial, pero tranquilo, en el gobierno de Colombia.
Más allá de cualquier retórica, Petro es un presidente preparado, y necesitará de otros “preparados”, no poderosos adinerados, sino personas con las mejores mentes y trayectorias del país para llevar a cabo políticas realistas y que de verdad beneficien a todos los colombianos pobres. La idea de que la política colombiana ha estado monopolizada por personas que son “preparados”, es verídica. Si Petro piensa que en una verdadera democracia no se deberían pisotear ni desconocer derechos de “los no preparados”, probablemente todos estaremos de acuerdo. Pero eso es distinto de pensar que la inclusión se logra repartiendo cargos claves del Estado a “los no preparados”. Por ejemplo, Iván Duque, nombró en altos de cargos de su gobierno a un montón de “ilustres desconocidos”, quizás de la élite, pero sin las credenciales ni la trayectoria requeridos, sin mayor presencia o prestigio en el debate público. Los costos de hacer esto fueron muy altos. La falta de pericia y trayectoria se tradujo en ausencia de ideas y de liderazgo. Muchos ministros y funcionarios parecían primíparos que disfrutaban las mieles del poder, pero carecían de iniciativa y cuando actuaron fueron verdaderos fiascos. Todo esto aumentó sensiblemente la sensación fundada de que con Duque nos transformamos en un gobierno payaso y a la deriva. Si Petro realmente quiere avanzar en materia de inclusión social, debe formar un equipo competente que sepa cómo impulsar los cambios y diferencie entre lo que es posible y lo que no lo es. Para eso debe anteponer el saber y meritocracia a los criterios ideológicos y de clase social, porque de otro modo no encontrará soluciones para muchos problemas. Por supuesto, el pueblo cumple un papel importantísimo para identificar los anhelos, aspiraciones e inconformidades de la gente en los territorios, pero el diseño de políticas viables y sostenibles debe quedar en manos de personas con mucha experticia y capacidad de negociación, no de los amigos y de muchos “lagartos” que han llegado a pedir puestos en su gobierno. Reivindicar al pueblo excluido significa exigir que el poder y los privilegios no permanezcan concentrados en manos de unos pocos, los que son privilegiados, personas pudientes que siempre han tenido el poder.