Si el actual presidente de Colombia en campaña electoral predicaba que él encabezaría un gobierno del pueblo y para el pueblo, contrariamente se ha convertido en el gobierno de los políticos para su beneficio y el de sus partidos, banqueros, industriales y los altos mandos militares y de policía, en contra de sus opositores, generando violencia, inequidad, desigualdad y odios irreconciliables que paralizan la solución de los grandes problemas que tiene el país, empobreciendo cada vez más a los ciudadanos. La falsa democracia que hoy se practica en nuestro país, está herida de muerte.
Nosotros los viejos, fuimos muy tolerantes con los últimos gobiernos y permitimos el saqueo de nuestros recursos, el recorte de nuestros derechos, las violaciones a los derechos humanos y aceptamos la creación de muchos impuestos que empobrecieron aún más a nuestras familias y enriquecieron los bancos y corporaciones financieras. Pero apareció una luz en el camino, y en el marco del paro nacional, los jóvenes han enviado un mensaje de control político y este ha sido recibido. Sabemos que, aunque las personas mayores no han salido masivamente a las movilizaciones, sí están haciendo una reflexión colectiva, han hecho catarsis guiados por la resistencia pacífica de los jóvenes y, en mayor medida, por la cruda realidad de la situación actual que nos muestra la desfachatez de unos gobernantes que están muy lejos del pueblo que sufre y trabaja para que las élites detrás del poder vivan como príncipes y reyes.
Es desde este punto de vista que puede ser comprendida esa enorme contradicción de sufrimiento de la población en general y la pequeña industria frente a la violencia del estado, mientras las élites políticas, financieras y económicas de este país generan ganancias exorbitantes bajo la sombra del Estado. A través de las redes sociales, que por fortuna evidencian las malas intenciones del gobierno y la fuerza pública, los colombianos entendimos la importancia del cambio político.
Y todo esto conlleva a creer que la resistencia social ha dejado, a nivel político, vencedores y vencidos. Muchos pesimistas dicen que estas movilizaciones no sirvieron para nada, pero contrario a ese pensamiento podemos decir que han sido un gran triunfo. Vemos cómo el gobierno de Iván Duque, comandado por Álvaro Uribe, su siniestro partido y sus cómplices políticos cercanos son, sin duda alguna, los enemigos y a la vez los mayores afectados. Por eso están heridos y preocupados, porque ese pueblo sumiso ya dejó de serlo.
Los movimientos sociales, impulsados por la resistencia pacífica de los jóvenes, han logrado esparcir, políticamente hablando, la semilla de conciencia de las masas a través de la movilización social que desenmascaró a este régimen y dejó al descubierto que este presidente vibra en torno a élites aisladas de las demandas sociales. Este es un desgobierno políticamente derrotado, deslegitimado, que no supo estar a la altura de la situación y no entendió que el derecho a gobernar se legitima con la participación de los que hoy violentamente reprime y asesina.
No tiene sentido seguir sacrificando la vida de jóvenes frente a un actor político derrotado e indolente que no le importa el pueblo que lo eligió. La bestia del uribismo está herida de muerte, lo que la hace más peligrosa porque está rodeada y con poco apoyo popular. Seguirá masacrando, seguirá mintiendo, seguirá manipulando, pero pronto será derrotada por un pueblo que no olvida los horrores de sus anteriores gobiernos, ejercidos por los poderosos y ricos, quienes rodeaban a un tirano que imponía su voluntad arbitrariamente. Colombia saldrá de esta encrucijada si sabe elegir a sus verdaderos representantes.