EDITORIAL
Parece que contrario a lo que algunos piensan, la aparición de nuevas regiones administrativas y de planificación (RAP) o de otros esquemas asociativos territoriales como la mencionada Región Metropolitana, se dice que no constituyen un problema o una amenaza para entidades que, como la RAP-E Región Central, son un referente técnico y de desarrollo sostenible desde hace una década.
La Región Metropolitana se ha nutrido día a día de más experiencia y conocimiento para fortalecer sus capacidades, pero, además, sabe de memoria que Bogotá y su sabana dependen de la Región Central para el abastecimiento de agua y de comida, de manera que este vínculo parece ser muy firme, colaborativo e indisoluble.
Luis Lota, director de la Región Metropolitana es un actor clave en el apalancamiento del desarrollo y la consolidación de la capital y de Cundinamarca a través de proyectos estratégicos que se deberán priorizar desde las comunidades, sin comprometer su autonomía ni favorecer intereses privados. Aunque se dice que, sin un análisis juicioso o reposado, pensado más bien a las carreras y con un afán poco visto en mucho tiempo, avanza de manera silenciosa, subrepticia y disimulada la configuración final de lo que fácilmente puede ser el mayor cambio político administrativo que se haya hecho en el centro del país en los últimos 70 años: la puesta en funcionamiento de la Región Metropolitana entre Bogotá y Cundinamarca. A pesar de todo, algunas de las obras de Bogotá, como la expansión del sistema de transporte masivo con la tercera línea del Metro de Bogotá, el metro pesado con trazado subterráneo, contará con 18 estaciones, cuatro de ellas en Soacha, además de la continuidad del sistema Transmilenio en sus fases II, III y IV, serán los incentivos con que contará la Región Metropolitana.
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